top of page

Fuera de las redes

Dic 12/22



Me pregunto si alguien andará por acá. Me salí de todas las redes sociales; bueno, tengo que admitir que voy a Tik Tok a mirar cómo baila la gente, pero ya no tengo ganas de que me miren bailar a mí. Eliminé mi cuenta de Twitter, Instagram y Facebook. Lo que se encuentren por ahí volteando no lo habré puesto yo.

Desde que no existo en las redes me siento vivir. Estoy un poco más presente en el único momento que tengo, que es este; cada momento, el único. Me di cuenta de que involucrar mi pequeña vida (la más valiosa) en el tráfico despiadado de la frustración global es un pecado mortal (no por inmoral, sino porque impide vivir-se). Creo en este ensimismamiento como una forma íntima de rebelión contra lo que yo siempre llamo “extraño orden” en el cual somos crueles explotadores de nosotros mismos. A algunos no nos gusta el mundo en que vivimos; por eso considero mejor saberme parte de la toxicidad planetaria y hacerme a un lado. Creo que eso sirve más que creerme salvadora de la humanidad o del país.

No puedo evitar escribir. Siempre lo he hecho; de eso sí me siguen dando ganas. En marzo sale un libro que se llama igual a este imperiódico: MARGARITA VA SOLA. Lo va a publicar Penguin Random House, la misma editorial de El Hombre del Teléfono (un libro que escribí antes). Como ya no tengo por dónde hacerle propaganda dura, toda la publicidad le corresponderá hacerla a los optimistas que creen que un libro mío se puede vender. Esta página es muy bonita y por eso escribo en ella cuando me pica alguna letra, pero no sirve para vender nada. Soy bastante crítica de todo lo que hago y se supone que, si quiero que mi producto (mi único hijo) tenga éxito, debo hablar bien de él o, al menos, decir cosas como “es algo hecho con todo el corazón”. Nada de eso. Ese libro reunirá columnas (desde que comencé a escribir) y otros textos que nunca he publicado. Es un sancocho que no sé cómo se va a integrar, pero, como me pasó con El Hombre del Teléfono, no sabía que ya había acumulado bastante material como para agruparlo en un libro. Tengo épocas en que escribo diarios muy juiciosamente, sin ponerle cuidado a la forma y luego, cuando pasa el tiempo y los leo, me entretienen como a cualquier chismosa. Me cuento cosas que no sabía y me dan ganas de seguir leyendo. Así que, no sé. Es bastante contradictorio lo de atreverse a publicar un libro cuando uno no es escritor. Es un acto de vanidad suprema. Yo misma detesto los libros escritos por actores. Por el momento leo filósofos.

Otra cosa que me produce un pudor inefable es pedirle a un escritor reconocido que me haga un prólogo o que me entreviste en el lanzamiento del pobre libro. No me alcanza la autoestima para obligar a un “amigo” (uno les pide ese horrible favor a los amigos) a leer mis cosas. Por eso no le regalaré ese libro a ningún amigo. Hace poco hice una entrevista para el blog de Mar Candela (El Espectador). Allá llegué con cinco ejemplares de El Hombre del Teléfono porque me dio vergüenza aparecerme sin nada para el equipo que la grabó. Afortunadamente todos eran desconocidos para mí.

Bien. Esa es la noticia de hoy.

bottom of page